Para definir lo que es un no lugar voy a citar a Marc Augé, quien manifiesta que: “un espacio que no pueda ser definido como relacional, histórico o vinculado a una identidad será un no-lugar” (Augé, 1995, 78), a ésta afirmación se le debe sumar la falta de contacto, de afectividad, de relación, en donde la intervención humana, si la hay, es de manera fría, casi inexistente. Además, un no-lugar es un sitio temporal, de paso que generalmente está relacionado con la tecnología y la modernidad.
Para muchos, estos no-lugares son los resultados de una situación que responde al movimiento de la globalización. Sin embargo, en este punto, es necesario indicar que “la designación de un lugar como no-lugar no es absoluta”, ya que depende de la “perspectiva” (Tomlinson, 1999, 132). Esto en pocas palabras quiere decir, que para las personas que prestan sus servicios en estos no-lugares, éste sí es un lugar, ya que ellos construyen su trabajo bajo esta plataforma, comparten relaciones laborales, sociales, afectivas y más, es decir para ellos si tiene la connotación de un “lugar antropológico” (Augé, 1995, 94).
Para entender mejor los no-lugares, voy a presentar algunos casos: